lunes, 24 de mayo de 2010

A los nostálgicos

No era tan grande la llama. Una llama de verdad habría quemado todo esto.

Yo, en realidad, entonces, estaba demasiado ocupado con el presente y el futuro. En eso consiste seguir vivo.

Otros, se sientan a la sombra de los nichos y las lápidas y se consuelan con lo GRANDE que fue todo aquello, decididos a esperar sin más la última misiva. Vivir mirando al pasado es una contradicción purulenta; poesía de la podredumbre de los cadáveres.

Versos que firman el acta de defunción. Párrafos que propagan los vicios que denunciaban y se juraron erradicar. Los pobres de entonces y los pobres de ahora. Un ancla sin barco, unos brazos doloridos y una incomprensión absorta del desierto.


Pero no hubo ninguna hoguera. De haberla habido, habría quemado todo esto. La llama ni siquiera existió.


Que el fuego se alimenta de alientos vivos, y los celos codiciosos sólo aspiran sin expirar nada a cambio, y sus bocas y sus verbos dudosos están ahogados y muertos en algún pasaje reinventado de un pasado incierto. Y en esas yermas tierras no hay combustible para el fuego, y los muertos ni como fuelles sirven.




Ah, ingenuos marineros, a quienes se les ocurrió la labriega idea de merecer un pago y una recompensa por sus charlas sobre la nada... Seguid arando, hacia atrás; nunca traspaséis las lindes que confundisteis con sueños. Arad poesía, arad sin semilla y lamentad la falta de frutos.

Un tractor no es un barco.

La llanura no es el mar.

El mar no existe,
no probéis esa droga
o acabareis escupiendo sal.

Todo es mucho más simple e inalcanzable.

Al horizonte sólo se le encara de frente,

sólo de frente,

sin vacilaciones pretéritas ni el peso muerto de los cadáveres andantes...

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miércoles, 19 de mayo de 2010

Silencio, silencio,
que el silencio es la potencialidad del todo
y las palabras sesgan y limitan su infinito.

Palabras, palabras...

ládralas como atajos,
pliégalas,
trénzalas,
emborráchate de ellas
hasta ocultar a tu dolor
tu artificio de aspirina;

trenza versos y
hazte una silla,
una estantería
o un sombrero.

Entretente,
adicto a los pasatiempos,
créete tus cuentos,
y sueña con que el vértigo de tus colores
abandone la cárcel de los verbos.

Puedes hacer lo que quieras,
puedes trenzarte una silla,
sentarte y esperar la queja.

Engáñate, poeta,
con la gloria de la tragedia
o el regusto de tus propios azotes solitarios;

o acéptalo y calla,
o agita derrotado por las calles
una bandera blanca con llamas
en los costados negros.

En cualquier caso,
no reclames nada.

Que agito verbos,
que hago interferencias
o suavizo el viento con la palma de las manos;
eso da igual,
ingenuo velero,
ya que hasta el mar es mentira.

Tú no estás aquí,
ni lo estarás nunca...

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martes, 18 de mayo de 2010

Cuando no se piensa en ellos

- ¿En qué piensas?
- No te interesa, de verdad.
- Venga ya, estás todo el día reflexivo y ausente, será interesante, ¿no?
- No.
- Venga, hombre, no seas así.
- No te interesa.


(...)


- ¿Ves? Sigues dándole vueltas a lo mismo.
- ¿Y tú qué sabes?
- Lo veo.
- No ves nada.
- ¿Qué quieres que haga?
- Lo que harás.
- Pues, ¿entonces?
- Está bien; me apetece tu reacción. “Pienso en el ADN”.
- ¡Venga ya, eso es mentira!
- Sí, pienso en su estructura como un fractal.
- ¿Qué?
- Te lo diré con una especie de refrán: “si quieres conocer el universo, investiga un grano de arena”.
- Estás fatal, creo que me voy a marchar.
- Te lo dije. Pero adiós, y gracias.
- Puff... Adiós.



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lunes, 17 de mayo de 2010

Pinball Wizard



Me he estado informando sobre la teoría de las cuerdas, últimamente. La verdad es que el tema de la undécima dimensión me ha dejado bastante pensativo. Según la teoría, en la undécima dimensión se encuentran todos los universos existentes (es decir, hay más de uno). Sobre su número hay todo tipo de especulaciones, pero la que más se adecua a mis propósitos es la que afirma que el número de universos es infinito, y estos se están creando y destruyendo continuamente, por choques y fisuras (según esta teoría, ese es el origen de nuestro Big Bang: un choque entre dos universos que da como resultado el nacimiento de un tercero). Pero la undécima dimensión no está lejos ni es inalcanzable, sino que posiblemente la tengamos a apenas un milímetro de distancia, imperceptible y sin interactuar con nosotros. La única evidencia de su presencia estaría en la debilidad de la fuerza de la gravedad, la más débil de todas las fuerzas de la física tal como se nos manifiesta: su debilidad se debería, según esto, a que se diluye por todos los universos paralelos, convirtiéndose en el único puente existente entre dichos cosmos.

El caso es que, al tratarse de un número infinito de universos, es necesaria la concordancia de contrarios; es decir, que si en este universo bebo café, habrá otro en que lo vomite, y lo mismo para todo fenómeno de cambio; incluso el nacimiento de este cosmos tendría como correlato la destrucción de su gemelo. Extrapolado a la totalidad de universos existentes, existidos y por existir, el cambio total sería igual a cero. Es decir, que el cambio no existe y Parménides tendría razón: el total es uno, completo, perfecto e inmutable, aunque en este caso ese total se refiera a la totalidad infinita de universos.

La existencia del resto de las dimensiones resulta incomprensible sólo en parte. Si fuéramos todos ciegos, sin ninguna experiencia sensual de la visión, nadie nos podría explicar qué es la luz o una imagen sin dejarnos absortos y confusos. De la luz sólo tendríamos noticias por el calor, y explicar que hay calor rojo o verde tendría sentido matemáticamente, pero conceptualmente nos quedaríamos a rayas; lo más probable es que habláramos de frecuencias electromagnéticas y ni nos planteáramos siquiera el concepto de color.

Lo mismo pasa con las restantes dimensiones, las que van más allá de las tres espaciales y la del tiempo: para comprenderlas, sería necesaria una experiencia sensorial para la que carecemos de hardware biológico. Cómo hacer un hardware para “ver” algo que no se comprende sería otra cuestión. ¿Acaso sólo por “ver” somos realmente capaces de comprender lo que es una imagen o la luz? La vemos y punto, pero tampoco la comprendemos; sólo la medimos (y la escala del metro, por así decirlo, es una imagen también). Parece que nos entretenemos en contar remolinos pero no sabemos ni por asomo a qué se debe la corriente ni qué es el agua que la conforma.

Por ello, según esta teoría, yo puedo morir en este universo pero seguir viviendo en los restantes. Recuerdo cuando leí el “Tratado sobre la visión de fantasmas”, de Schopenhauer, donde afirmaba que en determinados estados de conciencia, como el sueño o sus inmediaciones, o las experiencias de sonambulismo, se tenía acceso a una forma distinta de experiencia sensorial, válida para Schopenhauer. Muchas de las visiones de fantasmas podrían deberse a una percepción accidental de la undécima dimensión, si la teoría fuera cierta; una percepción de la persona muerta y viva en cualquiera de los restantes universos paralelos. Quedaría zanjado el asunto de la vida después de la muerte: no la hay. El fantasma también morirá en su universo particular.

El problema reside en la identidad: estoy aquí, pero si existo en otros universos no soy yo, como sujeto. Aunque haya miles de Kiques, cuando este que está aquí se muera, morirá esta identidad. A esos efectos, da lo mismo. Me jodo yo.

Esperando al próximo choque de las bolas en juego...


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