La
llegada del frío y de la lluvia ha venido de la mano de la muerte. Y
no voy a hacer poesía de eso- ansiar el desvanecimiento es más
compatible con precipitarse en un abismo que con las miserias de la
sintaxis y las palabras. Días de humedad tropical, pero también de
heladas nocturnas y de prendas caladas hasta los huesos, y nada
importa, en realidad. El poeta, si lo es, si realmente existe, es el
más cínico con su propio arte, con su material, con sus efectos,
con sus trasfondos. La poesía consiste en predisponerse o bien a
conjurar, o bien a ser víctima de un conjuro. Esencialmente no se
diferencia del alcohol, salvo en que no te destroza el hígado. La
poesía insta a cometer las mismas estupideces, pero engañando
mejor. La felicitación de los poetas es sólo la confirmación de la
alquimia de la mentira: no pueden amar honestamente a sus lectores
aún siendo conscientes de ello. En eso consiste la mezquindad de los
poetas. Y la universalidad, tan descrita y deseada, se acaba con una
aliteración intraducible, una rima imposible, o una “I” criminal
para un significado tan propio de vocales abiertas, que te puedes
encontrar en el mismo vocablo en otro idioma. Y hacen a los poetas
padres de lenguas, patrias y pueblos... qué deshonor más paradójico
para un ermitaño.
¿Y
la música? Requiere de una atmósfera de presión para sonar bien,
eso lo dice todo. En la luna, tan cantada, no suena la música, no
hay gas. En Júpiter la música tendría un efecto letal, dada la
densidad de su atmósfera. El riff de Satisfaction adquiriría pleno
sentido, puesto que no se puede conseguir satisfacción al volar en
pedazos por obra y arte de la onda sonora. En el líquido el sonido
se expande más rápido, pero pierde nitidez. La música requiere de
una fina película de oxígeno con la anchura adecuada para ser, y
sin embargo se cree universal, a pesar de tener sólo probabilidades,
y no certezas, sobre la existencia de un planeta similar donde la
música suene preciosa y se entienda. La sonda Voyayer lleva música
para extraterrestres consigo, así que es evidente que los que la
diseñaron debían ser medio memos, a pesar de ser paradojicamente
los más punteros en lo suyo. Hubiera sido mejor enviar un tratado
sobre musicología para que al menos comprobaran que la música
terrestre no es más que otra recreación en la mágica matemática
de la espiral en que se basan todos los movimientos del universo. La
música es un dedo que señala al tiempo y describe su tránsito, y
nada más. Y sin embargo, mandamos nuestra sonda Voyayer con música
para maravillar a alienígenas quienes, tal vez, no viven en un mundo
musicable. Es mejor eso que hablar directamente del tiempo, de la
expansión, del absurdo...
Y
sin embargo, ahí estás, inflamable juego absurdo de proporciones.
Aparece la muerte y todos corremos hacia ti, decididos a creérnoslo
todo, como el que se acerca al vaso para dejarse engañar por su
química aleatoria. La mayor heroicidad, dar la vida por la nada;
pero una nada llena de mundos enteros de falsedad, mundos de mentira
que parecen mayores que todos los universos posibles. Y no es más
que el tic tac de la cuenta final, pero con adornos y artificios.
Los
músicos sólo somos fanáticos de un mundo que no existe, y el mundo
disfruta demostrándonos lo contrario, justo cuando resulta más
simbólico. Los músicos se mueren de inmortalidad e infinitud.
Pero
también devolvemos. La vida nos da la muerte y nosotros contestamos
vida. La vida nos da tristeza y nosotros contestamos fuego. La vida
nos golpea y nos desmoraliza y nosotros resurgimos del fuego musical
con la promesa de una victoria vengativa de salamandra. La vida nos
arrebata las mejores personas y nosotros las revivimos con la fuerza
flameante de las notas. La música, tal vez, como todas las artes, es
una fuente de fuerza basada en la mentira, en el ensueño de lo que
debería ser frente a lo que simplemente es, y se acaba constituyendo
en una realidad paralela, una salida, un mundo donde permanecer.
Yo,
enfermo, corrupto de la mentira, fanático de lo que no existe,
entono mi culpa y mi artificio, y vuelo, vuelo de cínico, rabioso e
inconforme.
Y
me lo acabo creyendo como el que se deja arrastrar por el vino: por
venganza, por rabia, por ira, por las llamas, el fuego, las
centellas...
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