lunes, 28 de diciembre de 2015

El trombón-desastre






Cuando uno se pone a rememorar épocas anteriores resulta sorprendente que sean siempre las más caóticas las que mejor recuerdo dejen, porque el caos, el desastre, la catástrofe tienen la garantía de autenticidad implícita. Las épocas felices suelen llevar consigo la sospecha lúcida del sueño narcótico que tarde o temprano se delata, las laboriosas, de lo estéril, pero es en el desorden genuino donde brotan inspiración y creatividad a raudales por una mera cuestión de concordancia con el sujeto. Para vivir en el desastre cómodamente es necesaria una predisposición, una vocación, un don, si se prefiere, y talento para sobrevivir- de lo contrario desaconsejo iniciar el camino del barranco. Este camino se lleva por dentro, no se elige. Te busca, te llama, como si fuera un trombón que al sonar te recordara la importancia de concordar el sujeto con el verdadero sujeto. El desastre de lo singular perdido entre la impersonalidad de lo ordenado obliga a que el ser-caos crezca en sí mismo, y no en los demás. Vivir zigzagueando entre tus sueños, que surgen solos como almas del subsuelo vaporosas, tener un proyector de realidades propio, te hace suficiente y sospechoso. El reverso tenebroso del caos es la soledad. La hay de dos tipos: la lúcida, o sea, la consecuente, y la otra, consistente en ir rodeado de existencias improbables que nunca serán capaces de verte y a quienes ciega la superficialidad descuidada de lo que se sabe trascender. La dimensión en la que operas tú es una dimensión para la que carecen de sentidos. El desastre civilizado anhela su naturaleza y se ahoga, y sólo un alma de una exquisitez casi imposible puede llegar a ver un eco hermano más allá de unas simples cortinas...


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viernes, 25 de diciembre de 2015

Los secretos de la nada






La nada de la soledad,
o el testigo de lo mejor de nosotros...


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lunes, 21 de diciembre de 2015

Solos




Cuando un vendaval arrasa una región
y aniquila toda forma de vida,
los fuertes son los que se quedan solos...



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Jugador-juguete










Todo no es más que un juguete...

Puedo reorganizar el caleidoscopio,
reubicar espejos,
elegir el confeti sólo para que parezca que hay algo dentro
- cuando nunca lo hay en ningún sitio.

Si la nada se viste de colores, todos sueñan.

¿No has mirado nunca,
con atención,
tus brazos de muñeca,
tus ojos de cristal,
las pestañas de plástico y esas manos,
que sólo saben estar abiertas?

Y te hago mirar por el visor:

Mira, las formas, los colores
- lo vuelvo a agitar,
eh, mira,
mira de nuevo.

Puedo jugar contigo
o puedo irme al desierto
- es el poder, en la distancia,
ese espejismo de elección,
el que te hace caminar
en círculos concéntricos
que no comprendes...

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Sobre lo que pone triste







Llevaba varios meses sin hablar. Sólo fumaba. Sin embargo era considerado, en cierta manera, una grata compañía por los demás a juzgar por la insistencia de mi entorno, que intentaba siempre sacarme de ese estado de letargo en el que intentaba no ahogarme. No recuerdo por qué, hacía varios días que me visitaba Olga, una vieja amiga con quien oía música, fumaba canutos y tomaba rayas. Pero no hablaba. Eso a ella le daba igual, hablaba por los dos durante horas, sobre la música que sonaba, sobre su vida o sobre sus desastres. Pero hasta a ella, al final, la desesperaba mi absoluta indiferencia hacia todo lo que no fuera mi tabaco y adminículos. Sabía que casi nunca la escuchaba, que mi cabeza andaba perdida en un mundo de recuerdos y suposiciones oscuras y dolorosas en el que la única certeza era el dolor. No podía escuchar. Mi atención se la llevaba una corriente que todo lo aspiraba hacia el fondo de un pozo, y no tenía brazos que me pudieran sostener durante más de tres minutos, con mucho esfuerzo, para prestar atención a toda aquella nada que me rodeaba que sólo era una parte indiferente de una nada mayor que me aplastaba por dentro y por fuera. Olga insistía para que la escuchara, me agarraba la cara con la mano para que al menos la mirara mientras me hablaba; me decía, con los ojos fijos y pegados a los míos, "vuelve o déjame entrar". Y yo me encontraba tan lejos de ella ahí, semitumbado en el sillón, con Olga casi sobre mí, con todo mi espacio vital invadido por su cara, que lo único sincero que le podía decir era que este era un mundo triste, que ella era una persona triste, que yo no era más que tristeza, que todo me transmitía amargura y pena, que nada me parecía digno de siquiera ser percibido y que nunca iba a cambiar, nada, esta vez no; esta vez me iba a quedar así para siempre, no lo iba a superar como en otras ocasiones porque las anteriores sólo fueron una broma y no estaba preparado para bajar tan bajo y ser capaz de regresar.

Pero en lugar de eso, me reía. En cierto modo, protegía a Olga de mis demonios. Todo mi dolor, y esa situación, y la imposibilidad, y no tener ni fuerzas para hacerte entender desembocaba en una risa de suficiencia que buscaba zanjar el tema por el camino más corto. El aire era marrón y triste. La luz era marrón y triste, el sol era marrón y triste y hasta el color rojo era marrón y triste. De repente la risa te salva de todo. Entonces, ella, desairada, me miraba con esos ojos únicos tan propios de sujetos llenos de curiosidad que ven de verdad. Cuando miraba así, me veía, y eso casi nadie ha sido capaz de hacerlo conmigo en toda mi vida. Ella tenía la virtud de ver mi alma cristalina a través de todas las máscaras y mentiras y le encantaba jugar a ponerme en un compromiso. "Cuéntame qué es" me decía y veía mi dolor oculto. Yo, que lo sabía, le devolvía su franqueza incómoda con cinismo. "He dormido mal".

Se alejaba, indignada. "Hipócrita", me decía. "No lo haces porque no quieres, pero sin engañarme, yo te he visto", repetía.

En una de estas ocasiones en que había logrado quedarme solo en mi local, regresó al rato para presentarme a una amiga suya, su mejor amiga, alguien estupendo, que hacía mucho que no veía.

- Bien, que pase
- Sales tú, estamos en el despacho de Carlos
- ¿Estáis seguras de lo que hacéis?
- ¡Sal!

Al final salí a regañadientes, llegué a donde ellas estaban, me senté. Me resultaba imposible compartir habitación con otros seres humanos y tener fuerzas para estar en pie. Me presentó a su amiga, Cristina se llamaba. A primera vista muy guapa, esbelta, distinguida. Es difícil explicar que la belleza pueda poner triste, pero así es: se te presenta como una aspiración no culminada a un grado de belleza superior que nada tiene que ver ni con facciones ni con cabellos. La belleza pone triste porque es un halo de falsa esperanza. Todo te entra por los sentidos con la garantía de que todo se acabará desmintiendo y de que no hay más que frío en este mundo.

Ella, sin embargo, parecía en otro nivel. Inmediatamente inició un interrogatorio mientras Olga preparaba una ronda para todos. Me miraba directamente a los ojos, tenía una mirada inteligente y franca.

-  Tú eres Kique, ¿no?
- Sí
- Dime, Kique, ¿a qué te dedicas?

Puede parecer extraño, pero mientras ella formulaba estas preguntas, yo le formulaba otras a ella que no me permitía pronunciar. ¿De dónde sacaba la energía suficiente para sentir un mínimo de curiosidad por algo? ¿Cómo conseguía esa apariencia vital y optimista? Me parecía que se debía necesitar toneladas de energía para sólo hacer eso. Pero decidí ser franco.

- Estoy harto de contar el mismo rollo de mi trabajo, me siento como un loro y siento náuseas cuando me oigo a mí mismo repetir todo el discurso otra maldita vez. No es ni interesante, ni me hace sentir realizado, ni me pagan mucho.
- No quiere hablar- añadió Olga- No le gusta.
- Ajá- dijo mirándome pensativa- estás pasando un mal trago, ¿no?
- Sólo necesito tranquilidad y tiempo, le doy a mi cuerpo lo que me pide, y me pide distancia
- Está hablando- decía Olga- Cristina, está hablando.

Más rayas. El novio de Cristina llamaba. Estaban enfadados y ella estaba bebiendo y drogándose con nosotros debido a ello. "Todos estamos muy bien", pensaba yo. Al final le estuve contando todas mis penas a Cristina hasta que llegó su novio Raúl. Un tipo simpático, estuvimos escuchando música y todo fue extrañamente bien.

Sin darme cuenta, era la primera vez que socializaba en cuatro meses. Que considerara "socializar" a eso era muy ilustrativo de todo lo demás.


(...)


Había pasado medio año desde entonces. A aquella "apertura" tan significativa siguieron muchas otras y en general, la gente del lugar dejó de llamarme "el espíritu" a mis espaldas debido a que ya hablaba con seres humanos. Me llamó Olga por teléfono.

- Kique, Cristina y Raúl, a quienes les caíste muy bien, me han pedido que te invite a su fiesta del viernes en su casa
- Puf, ¿fiesta? ¿Con gente? Me va a costar...
- Tienes que ir, es una fiesta temática de la peli the rocky horror picture show, ¿la conoces?
- Pedazo de musical, sí
- Hay que ir disfrazado
- Pero qu..
- Ni peros que valgan, ¿tienes un chaqué?
- s..sí...
- Ya lo arreglaremos, el viernes hablamos al mediodía. Vendrán niñas, a ver si te follas alguna
- ¡Pero es que follar me pone trist...!
- ¡Hasta el viernes!


(...)



Llegué a la fiesta. Era una casita adosada monisima en el centro de Sevilla. Disfrazado. Raúl ultimaba los últimos preparativos decorativos (estaba súper emocionado).

- Mira Kique- dijo señalando a un bolsón de marihuana- vete haciendo uno de esos.

Era una marihuana exquisita que fumé plácidamente en la gran terraza de la planta de arriba, tan buena que me hizo ascender a alturas maravillosas de las que es difícil bajar para una conversación banal de una fiesta. Me hice dos más mientras llegaba la gente.


(...)


Habían pasado dos horas. La casa estaba hasta arriba de invitados. ¿Quiénes eran todas estas personas disfrazadas? ¿Por qué estaba yo en medio sin hablar con un vaso en la mano, vestido de vampiro intergaláctico y con los ojos rojos y liando canuto tras canuto? Olga ya estaba borracha y empezaba a dar tumbos y a empujar a la gente y a liarla en general como era su costumbre. Yo estaba en la terraza y la veía formándola en el salón de dentro, y no podía hablar. Me apoyé en la barandilla dando la espalda a la calle para parecer más natural. Dios, veía dolor por todas partes, oía conversaciones donde la gente desahogaba sus frustraciones mediante la articulaciòn de palabras, y era capaz de ver las motivaciones que no se ven expresamente en la autopublicidad que todos practicaban. Entonces percibí por el rabillo del ojo que alguien a mi derecha intentaba entablar conversación conmigo, esos movimientos previos a las palabras, esas cosas. Aproveché e hice como que iba a con urgencia al baño y escapé. Entré en el salón. Mismo panorama. No sabía dónde ponerme. La verdad es que tenía ganas de estar en mi refugio caliente, mi música, café, tabaco, canutos y nada más que eso.

En el fondo del pozo no hay oscuridad ni angostura porque el pozo eres tú. Mi infierno era un espacio abierto e infinito en medio del cual yo tenía un refugio de hielo que era caliente por dentro, rojo en la oscura llanura blanca de un invierno sin final, y en esos espacios blancos de las llanuras y en el límpido firmamento oscuro del cielo imaginaba mundos enteros y, sobre todo, no necesitaba nada- a pesar del dolor hecho órgano gemelo del corazón.

Pasó Cristina, que estaba espectacular, y me presentó a otra amiga.

- Ah, Kique, ¿qué tal? ¿A qué te dedicas?
- Voy a bajar a servirme algo a la cocina

Huí a la planta de abajo y en la cocina estaba también Olga.

- Ven- me dijo llevándome a un dormitorio.

Allí se hizo más rayas. 

- Estupendo- le dije.

Ahora Olga estaba pedo perdida y subió de vuelta a la fiesta. Entonces, tras un minuto de pie, me dí cuenta de que una chica con un vestido rojo muy mona llevaba todo ese rato a mi izquierda, iniciando movimientos previos a las palabras y...

- Hola- me dijo finalmente
- Oh, hola- dije yo mientras intentaba pensar cómo evitar hablar. No podía hablar.
- Hablas poco, ¿no?
- Me cuesta mucho- le dije, y empecé a reírme.

Entonces pecibí un sonido familiar: ella había acercado el pelo a una de las velas de la escalera y estaba ardiendo. Le dí golpes con las manos antes de que ardiera todo y le eché el refresco encima por instinto por si acaso, dejándola perdida, todo su vestido rojo y maquillaje, de arriba a abajo. Al fondo, veía cómo se llevaban por la puerta a Olga a su casa en un estado lamentable.

- Lo siento, perdona, es que estaba ardiendo, no pretendía darte en la cabeza tan fuerte
- No, da igual- dijo ella toda aturdida por las hostias y cortada, tras lo cual resbaló con el líquido del suelo y se cayó al suelo de culo. Me puse a ayudarla a levantarse.
- ¿Estás bien?
- Sí, no te preocupes- dijo con prisa por largarse de allí, tras lo cual subió las escaleras todo lo rápido que pudo. 

Al rato, subí yo también murmurando para mí "un talento especial, sí". Estaban los mismos pero más borrachos. Todo me ponía triste. Todo excepto la chica del vestido rojo, que se había ido.

Así que me largué. Iban por la calle, delante de mí, los pasé de largo y seguí el camino hasta mi casa...
... pero, por un momento, tras haberlos dejado atrás, tuve el impulso de pararme; incluso de llegar caminando hasta ella...


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martes, 15 de diciembre de 2015

Guiarte






Hay talentos para todo,
pero cada uno tiene su cómo y su cuándo;

también los hay quienes,
cuando todo está perdido,
cuando una estrella del cielo se aproxima
o va a explotar la tierra en mil volcanes,
surgen de su escondite
y con un poder ajeno a todo
nos hacen llegar,
borrachos de orgullo,
hasta la misma muerte...




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miércoles, 9 de diciembre de 2015

Burbujas de aire




No se añora al ser,
sino a la capacidad de ilusión
que perdió por el camino
-igual que él...


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lunes, 7 de diciembre de 2015

Coincidencias, cuellos y comadrejas







El lenguaje hablado es sólo una farsa. ¿Hay consenso realmente en la acotación de los conceptos sobre esa realidad que jamás veremos? El lenguaje es un pasatiempo, un ejercicio de una especie animal genuinamente esquizofrénica que sólo sirve para lo inmediato, pero desde luego es sólo un engaño comunicativo. Nadie ve nada a través de los ojos de otra persona, nadie es capaz de salir de sí mismo y resulta aburrido y desalentador comprobar cómo se discute sobre temas en los que se está de acuerdo, por una mera confusión terminológica o distribuciones conceptuales de la misma cosa que resultan incompatibles. Y nadie es capaz de entender eso: viven en sus películas de minidramas intrascendentes como si fueran un universo del que por supuesto te mantienes fuera porque no cabes en él. Una mera cuestión de claustrofobia. Nada tiene el más mínimo interés y la vida es sólo una droga, la mayor de todas, una realidad virtual que sólo se la puede creer un auténtico majadero. Un simple juego de mesa para chistes y chascarrillos chabacanos con café, mucha vanidad y muchas ganas de morir que la falta de conciencia y lucidez de los jugadores ignora, por no caberles en la memoria RAM de sus apps cotidianas ideas tan complejas.

(...)

Raquel fue durante un tiempo un giro enérgico y vital de cuello: en varias ocasiones en que coincidimos en algún bar, la caracterizaba eso. Podía notar con el rabillo del ojo cómo al pasar junto a mí y percatarse de mi presencia giraba la cabeza, toda entera, de un sólo gesto lleno de decisión, haciendo voltearse su largo pelo negro con ella, para analizarme de arriba a abajo mientras yo me hacía el despistado y asentía a lo que mi interlocutora decía, y luego seguir su camino a pasos largos y rápidos hacia su grupo de gente. Así la reconocía: al girarse. Me gustaba esa manera de mirar y moverse, denotaba personalidad. Fueron varias veces, la encontraba muy atractiva y tras la última decidí hacer algo por conocerla- no en el bar, donde los roqueros te saludan todos efusivamente para despellejarte luego. Es fácil localizar a los miembros de la secta de grupies y rockeros de barra locales porque se entremezclan, aparean y arrojan cosas como animales histéricos de manera endogámica, en grupos pequeños. Por ello, con sólo mirar los contactos de mi amiga fue fácil localizarla.

Resulta curioso cómo la lujuria es capaz de ensordecer las advertencias de la conciencia, tan vapuleada por la insensatez del corazón: esta clase de tías responden a un esquema animal de reacciones químicas aleatorias y tremendamente histéricas; más o menos como ellos. Que no noten tu inteligencia, sobre todo, porque eso les altera especialmente. A pesar de sus aspiraciones a la sensibilidad, la distinción y la elegancia, a la mínima les sale la comadreja de dentro y gritan, insultan, pierden los papeles, rompen cosas, amenazan y chapotean sin pudor en el barrizal de la indignidad. Viven una vida que aspira a una novela mala y tienen sueños de películas absurdas, pero al final sólo llegan a la altura de cualquier programa basura donde los participantes compiten por ver quién alcanza mayores grados de sordidez; follarse a los novios de sus amigas mientras el suyo hace también lo propio y recrearse en la tensión y el dolor de las situaciones las hace perfectas para eso, y además todo en casa, entre los mismos de siempre, como una gran familia, mientras se ponen a parir unos a otros para expiar sus conciencias vacías. En cierto modo es natural que acaben siendo grupies, es necesaria una mentalidad infantil y muchas faltas de miras para serlo y de eso andaban sobrados todos. Sin talento alguno excepto para beber, drogarse y follar (algo de lo que es capaz mi perro si se lo sirvo), creen que la creatividad, para cuya visión son miopes, les entrará por el puerto USB del coño, como por arte de magia, y que los méritos de sus concubinos se absorberán en un proceso osmótico a través de los tejidos de su aparato reproductor. ¿Cómo puede fascinar a nadie un músico sólo por serlo? La música está tirada (lo realmente difícil es la vida) y alguien que queda hechizado no por ella, la música, como un estadio superior de armonía matemática, sino por el músico, como si lo que hiciera fuera un acto de magia, demuestra ser lo suficientemente ignorante como los nativos de cualquier tribu cuando ven lo divino en un avión. No se puede traspasar la barrera de lo superficial con estas personas-comadreja. Lo importante es posar sin faltar al puesto ningún día, como si la saciedad de su vanidad dependiera de dejarse ver y opinar al gusto de una galería bizca.

Sin embargo, decidí no ser tan estricto; tal vez hubiera alguien detrás de todo eso. Tal vez Raquel tuviera algo dentro después de todo. Supongo que por fijarnos el uno en el otro simultáneamente decidí inventarme toda una historia que seguramente era mejor que ella.

(...)

Los conflictos personales suelen suceder por cómo se acotan los conceptos. Para algunos, el compañerismo contiene la permisividad ante pequeños abusos del otro; para otros, no. Y la guerra de recriminaciones da comienzo. Y para algunos la agresividad es aceptable hasta un límite concreto, que otros ubican más lejos o más cerca de sí mismos. En general, todos matan ante el miedo de no ser respetados, sea lo que sea lo que ellos entiendan por eso, y es innata la terquedad del simio por considerarse en estado de gracia sólo por ser él, sin ser suspicaz ante semejante coincidencia. Eso puede producir un ataque de ansiedad en un niño de cuatro años con un mínimo de lucidez en medio de crías de chimpancé que sólo piensan en plátanos. No es lo que sucede, sino no poder explicarlo.

(...)


Raquel tenía pareja, como comprobé al establecer contacto con ella vía facebook; sin embargo, la conexión entre nosotros crecía de manera exponencial a través de la red. Era brillante escribiendo, original y creativa, con mucho sentido del humor. Pero tenia pareja y era mi norma mantenerme al margen de ese mundo de engaños entre desesperados. Mala suerte. Parecía sensible, inteligente, le gustaba la poesía, la literatura, el arte, la música y el cine, y manejaba muy bien ese humor negro y sarcástico que tanto me gusta, con un talento especial para sorprenderme, lo que siempre ha resultado muy difícil, pero lo dejé todo aparcado. Si alguien te gusta realmente, no es buena idea empezar mostrando lo hipócritas, falsos, mentirosos y crueles que se puede llegar a ser, y el veneno de un mal comienzo condena a toda relación, porque los humanos estamos completamente locos y somos incapaces de perdonar o comprender absolutamente nada.

Sin embargo, semanas más tarde me escribió por privado para contarme que había soñado conmigo y que ese sueño acabó en la cama. Decía sentirse fascinada por mi mente y su contenido, debido a mi profusa y compulsiva actividad paranoide en facebook, y afirmaba que lo quería absorber todo. Siempre dejando esa estela de barco de bucanero, la sentías siempre al asalto de cualquier tesoro. También le fascinaba la cabeza de su novio; y la de su penúltimo novio, y el antepenúltimo. Jamás la oí admirar la cabeza de ninguna mujer ni de ninguna de sus amigas en esos términos apasionados con que otra hablaría de las respectivas pollas de sus amantes. Y ante sus afirmaciones empoderadas de no necesitar sexo, uno se preguntaba por qué no era capaz de admirar una mente sin un rabo adjunto, lo que evidenciaba carencias en su forma de "venderse" y un sentido competitivo chungo con respecto a otras mujeres. En fin, adorar a hombres y ansiar conseguir su superioridad mental no dejaba de ser un rol muy tradicional, aunque fuera vestido con tachuelas y chupas de cuero suficientes para otros. Pero yo seguía sin querer verlo: estaba empeñado en creer en la conexión extraña que manteníamos, en algunos momentos llenos de magia, en un extraño determinismo del destino.

Meses más tarde, tras una quedada de amigos en la que coincidimos todos, su pareja incluida, volvió a escribirme para contarme otro sueño. De pronto, estábamos hasta el amanecer escribiéndonos por el móvil. Sin darnos cuenta, se nos estaba saliendo el corazón del pecho ante nuestras palabras, y acabamos hablando de ello, y un mes más tarde quedamos y nos acostamos en lo que pareció ser un sueño que no estaba anclado a ningún sitio. Y a pesar de que adivinaba que ella sólo quería usarme para salir de una relación en la que se sentía encarcelada, seguí empeñado en que la gente no podía ser tan horrible como yo la veía. Que el problema era yo.

- Lo dejaré- me dijo.

Y la creí.

(...)


Otro de los problemas de comunicación humana es la confusión del sujeto con el objeto; así, se es capaz de atacar al otro por un espejismo de sí mismo, para expiar las propias culpas. Todo esto, unido a la confusión conceptual, explica perfectamente el por qué de una humanidad centrada básicamente en matarse los unos a los otros.


(...)


No lo dejó, en cada ocasión con una excusa distinta. Con el sentimiento de culpa fueron aflorando cada uno de los rasgos que ya había adivinado en ella tempranamente, aunque sin querer creerlo: crueldad, falta de sensibilidad, carencia de escrúpulos a la hora de hacer daño, frialdad a la hora de mentir de la manera más vil, carácter de comadreja salvaje que sólo reacciona a instintos e impulsos para hacer sangrar por hacer sangrar y sentirse viva.

Yo intentaba salir de aquello, porque veía que me había conseguido meter en esa historia que yo, por principios, rechazaba. Había un pulso sordo por derrotarse entre los dos. Raquel era una sombra que me había salido y que competía conmigo. "Odio que seas más inteligente que yo", "de mayor quiero ser como tú", "quiero robarte tu cabeza", "nunca te librarás de mí".

Las semanas transcurrían, nos empezamos a engañar mutuamente, poco a poco el veneno de lo que mal empieza iba contaminándolo todo. Haciendo balance, había sobre todo malos momentos, noches sin dormir, ansiedad y agresiones verbales. Sólo al follar se estaba bien porque apenas hablábamos, sólo para hacernos confesiones que luego negaríamos.

La dejaba, ella volvía. Me dejaba, al cabo de unos días regresaba, se me colaba sin avisar en mi casa o en mi estudio. No respetaba nada, ni acuerdos ni pactos ni decisiones. Y siempre entre insultos y afirmaciones crueles sobre lo poco o nada que me necesitaba, o lo poco que yo valía, lo patético que era ante sus ojos, la terrible nada que me contenía o la mierda que era yo, comparado con su pareja, por ser un parado de mierda y un cero a la izquierda. Y luego regresaba siempre. No podía tolerar que yo no quisiera verla, era un traición a su concepto de amistad. Ella acotaba ese concepto de una manera amplísima, incluyendo dentro de él aspectos tan dispares como el odio, el desprecio, la crueldad, la insensibilidad, la desconsideración, el egoismo y la total arbitrariedad en un comportamiento que no acepta ningún tipo de compromiso ni de coherencia, por su parte, frente a una simple aceptación de los hechos sin rechistar ante nada, por la mía. Es decir, la amistad incondicional de un padre. Esa coincidencia que apuntaba arriba, donde lo más excelso coincide con uno mismo y lo hace merecedor de todo sin deber jamás nada ni tener que demostrar nada a nadie.

Si le decía que fueramos sólo amigos, se me tiraba al cuello y no paraba hasta acabar de follar; luego, días más tarde, me proponía lo mismo como si lo hubiera descubierto ella, y volvía a pasar, acto seguido. A la décima pelea, que quedó en la fase del ya monótono ciclo titulada "seremos sólo amigos", simplemente me harté y lo mandé todo al carajo. "Tú y yo no hemos sido amigos nunca" le dije. Semanas más tarde volvió a reaparecer para decirme que había dejado a su novio y, llena de remordimientos, soltó todo su rencor hacia sí misma sobre mi persona. Más tarde empezó a follarse a mis amigos y a contármelo. Efectivamente, yo sólo fui la llave para abrirle la puerta a la libertad, y ni siquiera se mostró agradecida por los servicios prestados, sirviéndole en bandeja lo que su cobardía no era capaz de darse a sí misma...


(...)


Cuando se acotan los conceptos tan mal, cuando la amistad, el amor paterno y el romance se mezclan y confunden, y los sujetos y objetos bailan y se intercambian los papeles, y se confunde el interior con el exterior, y se está tan brutalmente desorientado, está todo perdido. Es un ejercicio penoso intentar racionalizar el capricho infantil de una mente enferma para convertirlo en un esquema de valores coherente. La veía intentarlo y me sentía cansado. Y regresaba, una y otra vez, como si mi "amistad", que ella confundía con amor paterno, fuera imprescindible para ella, y por mi parte, fuera moralmente imperativo mantener el contacto con semejante mustélido y quedar a merced de una cabeza-veleta que no tiene miramientos con nadie. ¿Qué era eso que Raquel buscaba y tanto necesitaba?

Los conceptos parecen acotarse solos cuando no se les mira, y no mirar es abrir la puerta a la nada...


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Retrato al fuego








Cuando quemas un retrato,
quemas el momento
y el sentimiento que lo originó:

esa imagen
no volverá jamás...


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Reclamación a la Nada







Nada,
¿qué me escondes?

Mis primeros recuerdos aún sentían
la oscuridad del sueño de no existir:
mi vida era tan larga
en mi memoria como ahora,
y toda la inmensidad del resto
era un límite difuso,
como un cielo sin estrellas y aún más grande:
Nada, estabas tan cerca
que sentía tu aliento de sima
pegado al mío.

Y bien temprano
me hizo una visita la muerte
para mostrarse y saber qué es
- me llevó por los aires de la mano
al extrarradio de mi propia respiración...

¿Recuerdas, Nada,
volar a voluntad en sueños?
Eso es morir.

Nada,
me has podido llevar tantas y tantas veces
que creía que me guardabas algo;

sin embargo,
me escondes un pacto para jugar a un juego,
que yo olvidé al nacer,
y que tú, fraudulento vacío,
incumpliste luego...



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domingo, 6 de diciembre de 2015

Tren fatal





Una bolita de instintos,
como espoletas de estímulos,
con la imprevisibilidad sangrienta de los gatos;

que está a punto de estallar desde hace años,
que le hierven los ojos en la rabia de mil luciérnagas,
que escupe lava de sangre en el verbo envenenado
que dispara a sus propios desaires.

¿Cómo darle algo trascendente
si no lo puede asir y blandir contra todos,
indiscriminado como el garrote que le empala el alma?

... grita y patalea,
despeinada y para todo el mundo,
la misma vieja canción:

... "porque perdí en algún
vodevil barato de barra
mi propio sujeto"...



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El avestruz y el cóndor







Como un naufrago busco a mis compañeros perdidos:

¿Por qué veo alas
donde sólo hay peso?

No busques pájaros terrestres
aunque te aburra y deprima
la insensatez de la estepa:
olvidaron volar,
y hoy sólo rompen cráneos
con sus picos resentidos
- si alcanzan a engañar a un cóndor,
que vuela alto,
sólo pendiente de la vida
y de la muerte,
le intentarán arrebatar las plumas
por un placer lacónico
de humillación amarga...




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Antídoto






Cuando miro a lo errático,
que baila inconsciente su danza de peonza,
como si todo lo que aparenta,
fuera,
éste se detiene,
grita que no me necesita
y continúa hasta que vuelvo a mirar.

Y así todos los días durante miles de años:

sólo porque veo en su inocencia
el triunfo del engaño
cree que voy a tirar de su cuerda
- comprendo lo que no sabe comprender,
y así se rompe el hechizo...



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La falta en la mentira










Jactarte de tus propias mentiras
es publicitar tu falta de escrúpulos,

y no hay mejor vestido para la nada
que la falta de todo...



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sábado, 5 de diciembre de 2015

Discriminando rasgos






Buscas algo,
y lo que buscas no se encuentra:
estas cosas ni se ven ni se palpan
ni están en ningún sitio,
no se compran
-ni menos se pactan.

Pero incluso en el imposible caso
de que vieras un brote de eso que quieres robar,
y tiraras de él,
sólo arrancarías la última raíz
cuando todo mi ser estuviera fuera de la tierra
-que no lo sepas
es lo que lo explica todo...

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A solas







El silencio y oscuridad vuelven locos a los hombres:
nada es peor que sentir cómo se expanden,
a solas con el tiempo...

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Receta para muertos vivientes





Al amor se le mata como se matan
todas las cosas vivas:

hiriéndolo sin pausa...

... muerto.


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Los dos








Hay siempre dos tipos de personas,

las que ven en la nobleza un saqueo
y desean el talento por poder,
y las que en la nobleza está su hogar,
porque ya lo tienen...


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Usar antes de huir








Todo fue mentira:

era sólo una llave
que encajaba en la cerradura
de una puerta...

... sin embargo,
al mirar atrás,
cubren las huellas
las brumas de los sueños,
o lo que es nada...


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viernes, 4 de diciembre de 2015

Espejismo




El precio de pensar en grande es ver
la nobleza del búfalo en minúsculos ratones:

el poder de darles grandeza
lo visten como una capa,
se creen gigantes,
y por eso nunca crecen...

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jueves, 3 de diciembre de 2015

¿Por qué?



Repito:

Hace girar la moneda sobre el canto como un trompo,
pero las de ella nunca se paran,
nunca son cruz,
nunca son cara:
siempre son giro,
redondo y rotundo
con destellos de metal...

Por eso no entiendo tu pregunta,

ni tú entiendes mi respuesta...

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Conocerse en sueños








... será otra noche en vela.
Nadie avisó del beso que hace nocturna
la vigilia, y somnolientos los días...

La vida se llena de criaturas que reflejan el sol y proyectan sombras,
- a veces surgen luces cegadoras con oscuridades totales...
Ninguna duerme.

Todo está de más contigo
y todo está de menos sin ti,
en cualquier noche
- qué extraño hermanamiento de monstruos
sedientos por romperse en una misma madrugada,
sonriendo...

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lunes, 30 de noviembre de 2015

Desde cerca




Nada suena tan cerca como lo que está cerca
si también se oye al mar,
por eso un susurro al oído es infinito en la playa...

Podrás lamentar cada naufragio
y cada tormenta como lo haces siempre:

atento al murmullo profundo del cielo,
con la nostalgia huérfana de lo imposible,
con dolor y lágrimas, sí,
pero de las que caen y resbalan entre los dedos,
y traen el centelleo del sol que surge
por un claro a tus espaldas;

y dedos, esos dedos, sí,
que ya cosen las velas rotas,
entre viento y sollozos,
sentado en esta misma playa aún mojada
de todos los siempres...

te secas la nariz con la muñeca
con ese sonido que, frente al mar,
está siempre más cerca que frente a ningún otro sitio...

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Una capa imposible







Salvo que la congeles, no conseguirás una pompa de jabón que dure para siempre- congelar es detener, matar de frío. Pero siempre puedes hacer más, y al hacerlo descubrirás mil formas y usos en el arte de lo efímero, tantas que ni recordarás qué es mirar hacia atrás. Se está aquí para hacer, no para congelar pompas de jabón. Sin embargo, cuando las pompas estallan, algunas almas sensibles de entre los creadores mueren con cada una de ellas, les conceden alma y contratan su corazón de membrana de detergente con unas monedas de apego, las suficientes para anclar un alma a su destino y ralentizar su ritmo, hasta dejar de hacer pompas: ellos mismos se congelan justo en el momento e instante en que en su memoria corvergen todas sus nostalgias de reflejos prismados de jabón, en un único punto de fuga. 

Me pregunto qué tipo de tejido de la vergüenza es capaz de tapar eso...


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viernes, 6 de noviembre de 2015

El gris de diez minutos




La actividad distrae de agonizar, por ello esperar es tan desalentador. Es un cara a cara al paso del tiempo. Te jodes. No hay más. El móvil no deja de ser tan inútil como un walkman, a ese respecto: se pone gris si el entorno es gris o si tu cabeza está gris. Con catorce años esperaba al autobús con mi cacharro: estaba hasta la polla de mis cintas, se habían puesto grises, no me decidía por ninguna, la radio era una mierda, etc. Ahora, que dispongo de toda la música del mundo, no sé qué poner en youtube, me quedo bloqueado y me limito a soltar proclamas en redes sociales. Es casi lo mismo. Internet es gris. Tarde o temprano la pantomima se delata sola y seguimos igual. Acabas esperando, viendo pasar a los gatos y pensando en el anonimato de una loseta de acera en una ciudad; es bueno que las losetas sean anónimas y solitarias: habla bien del entorno. Abren la tienda. Todos aniquilamos al mundo por tener diez minutos perdidos y quien lo niega, miente. Porque el tiempo solo y sin leche ni azúcar es insoportable...

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domingo, 1 de noviembre de 2015

Todo menos mi frío

El frío se instala entre la lluvia,
pero tiene color:
es del oscuro de esta habitación
en esta noche de aire helado,
y me espía desde las sombras
como un frío nuevo.

Lo sé porque se hace dueño de todo.

Este frío de color negro no sale de ningún sitio:
llena de densidad la atmósfera del cuarto
porque me sale oscuro y denso
de entre mis entrañas...

¿Qué extraña muerte me invade
que puedo contener todo este hielo
que me asusta y me congela?

Este frío es mío,
es mi recuerdo, mi creación, mi recompensa...

... llévate todo lo demás...

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Cartas que dicen lo mismo








Supongo que si tuviera tabaco no estaría aquí escribiendo. A veces las motivaciones son de lo más diverso: todo es mejor que tumbarse boca arriba a no sentir nada más que ansia. Al menos le daré salida, que es de lo que se trata, al ahogo que no se decide, al estrangulamiento aplazado. Escribir no tiene absolutamente nada que ver con la puta belleza, sino con señales de alarma y descompresiones para evitar la locura. Para no ahorcarse, vamos, o no descuartizar vecinos.

(...)


Eres sucio. Ese es tu papel. Representas una serie de prohibiciones que yo me saltaré en secreto ondeando de cara a los demás, a la vez, la bandera de la rectitud, la bandera que representa la vigencia de esas prohibiciones. Tú eres lo prohibido, lo abyecto; por haber llegado hasta aquí, por seguir. Yo soy la pureza y lo seguiré siendo. Toda la culpa es tuya, todo el motivo será tu voluntad. Eres una página en blanco en la que escribiré lo que desee, arrugaré cuando me venga bien, quemaré si es necesario para ocultarme de la constatación pública de mi hipocresía. No tienes derecho a nada, no puedes pedir nada, no puedes esperar nada. No tienes derecho a la dignidad. No tienes derecho al orgullo. Y mientras yo miento y engaño y emponzoño todo, proyectaré sobre ti mis debilidades, y pagarás tú por ellas. Te acusaré de manera intransigente de los delitos que yo me permito contigo desde mi posición de superioridad moral. Te utilizaré, te cuestionaré, te consideraré un mentiroso, un falso, un timador, un ladrón, un rufián. Y te seguiré exigiendo. Te humillaré, mentiré sobre ti cuando me resulte útil, construiré un castillo de naipes de mentiras que sé que tú no soplarás porque en el fondo eres mejor persona que yo...

(...)


- ¿Sois capaces de leer cartas nunca escritas por cobardes? ¿Y fumar? oh, hoy fumar es una verdadera utopía, ¿no hay medicina para mí? tengo que pasar por esto en carne viva... Me retorceré sobre el sofá y pasaré toda la noche trepidando, ¿acaso vivir no trata de eso? vivir es respirar fatalidad, como el humo...
- Vienes heavy hoy, toma un cigarro, tío...
- Gracias. Ansiedad, mon amour... ansiedad... La ansiedad es una forma de humo.
- No me digas mon amour, eso es mentira...
- Sólo los sentimentales se precupan por la verdad y la moral y la autenticidad de los polvos y todas esas mierdas. Lo único que cuenta en el amor no es ni el amor, ni la fidelidad, ni la lealtad. No, es lo injustificado, el absurdo que encierre; cuanto más, mejor. La falta de motivación es su fuerza. Eso es lo único que cuenta, que sea absurdo, sin sentido, imposible...
- Ya... Toma de esta marihuana, te vendrá bien.
- Gracias, creo que voy a proceder a tomarme mi medicina.

María estaba como siempre a mi lado en el sofá, en su postura habitual: piernas cruzadas, el cenicero entre nosotros. Su compañero de piso estaba sentado en el sillón.

- ¿A qué te refieres por cartas nunca escritas?- me preguntó al rato con cierto escepticismo desde su asiento. Sus compañeros de piso solían ser algo distantes conmigo, dado que a veces María y yo follábamos, y eso crea una extraña incomodidad entre los simios que aún se creeen algo que tenga que ver con todo este mundo de falsedades. Pollas. Coños. Todo es mentira, ni siquiera existen. Eyacular en alguien. Amarse por eso. Todo es absurdo. El big bang es el paroxismo del sinsentido, justo como el amor: un esfuerzo de dimensiones cósmicas dirigido hacia lo vácuo. De no ser por mi mirada somnolienta, nada de esto que me rodea existiría. ¿Existiría para los demás? yo no estaría, no sería, ni siquiera para concebir una insensatez semejante a la existencia mía o ajena.
- Leer actos; mentes, si quieres. Es todo lo mismo- le respondí.
- ¿Lo mismo que qué?
- Follar es lo mismo que colocar ladrillos, o tirar confeti por la ventanilla del coche. Matar palestinos en gaza es lo mismo que vender hamburguesas en california, todo está conectado por la nada, por los imbéciles que son agentes de la realidad. El flequillo de tu pelo tiene que ver con la guerra en Ucrania porque es lo mismo aunque no lo veas...
- Ahm... María, yo me voy ya, ciao


María se me quedó mirando con una mezcla de seriedad, gravedad y preocupación.


(...)


- ¿A quién te has estado follando este tiempo?- me dijo aún con la respiración entrecortada.
- Aunque te lo contara verazmente, todo sería mentira
- ¿Y esto que hemos hecho nosotros ahora? ¿Es mentira?
- No, es peor aún, ha sido un polvo real; la realidad es vulgar y aburrida. La mentira es tan oscura y traidora que enamora...
- ¿Ah, sí?
-  No, lo digo sólo para escucharme hablar.
- ¿Sabes? Soy una cobarde y quiero que escribas mi carta para ti.
- Sería la misma carta que todo el mundo.
- No te creo.
- Ni yo...


Al rato salí de su casa, desde la que divisaba una azotea familiar por la ventana de su dormitorio. Mismas caras, mismas almas en distintas formas. ¿Acaso no seremos todos la misma persona, una misma alma en circunstancias distintas? Eso haría imposible despreciarnos los unos a los otros como hacemos todos los días de nuestra vida...


Supongo que si tuviera tabaco no estaría aquí escribiendo, como ya dije ¿cómo puedo ser tan distinto a ella si somos lo mismo? Tal vez debería escribir mi propia carta de cobarde, como la que le adiviné a ella. Pero tíos, sería mucho más divertido verla intentarlo; si es que realmente hay alguien que entienda algo de lo que digo en este puto mundo frustrante y desalentador...








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Cuando la mentira especula, sólo se ve a sí misma







¿Cuál es la forma correcta a adoptar,
una silueta para estar en este espacio,
un volumen, una superficie hinchada?

¿De dónde emana la fuerte presunción de realidad
de las mentiras, que anula la verdad
a ojos de miras atrofiadas?

La mentira consigue el prestigio,
la verdad difamada el ostracismo,
porque la mentira es seducción
que sólo se ve a sí misma,
y la verdad no necesita de artificios...

Esa es la otra soledad:
invisible para esos ojos
que sólo pueden verse y reverse
el uno en el otro, bizcos,

... tu presencia se va haciendo un cero
en este mundo que es verdad,
frente a un equívoco
que viste de infinito la mentira
apetecible de los soberbios...

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domingo, 18 de octubre de 2015

El cómo de lo que es






Es caminar, ir por la acera; ver las luces de los reflejos de los adoquines, sacar provecho de los faros azules de la policía, algún letrero vendedor en rojo, todo va ahí, al suelo y de ahí para mí, dividido en líquidos destellos de luz estrellada en centellas. Y es este aire que es tarde que es luz que es tiempo que es aire, teñido de un azul que es gris y es azul y es gris, lo que lo realza. Debe ser eso, el peso. Como si llevara una enorme bola de acero de las de hacer derribos dentro de la cabeza, se va a la derecha, se va a la izquierda, adelante, atrás. Tiene una inercia enorme. Arrasa con todo y lo hace despacio pero sin pausa, despacio, irritantemente lento. Llueve afuera, la lluvia ahuyenta a los seres humanos y se puede llegar incluso a ser, mientras la bola insiste e insiste en pendular su música de cantina hinchada en cánticos color de rojo...

(...)

Creo que el amor está en cierta parte de alguna reverb... Supongo que es por eso que escucho tu voz, porque la voz es el eco de todos tus órganos, esos incluídos. Debe ser una franja muy estrecha de la atmósfera, de un centímetro de espesor, como una pompa de jabón fluctuantre sobre la tierra, con un color y un olor específicos. Sólo se le alcanza siendo una corriente con ella. Y luego, están las salchichas, las patatas fritas, el pollo, el brocoli con bechamel a la pimienta, la cama, el parchís, el éxtasis, la abominación, la carpintería, etc.

(...)

La lluvia golpea las ventanas y resulta extraño estar tan seco, aunque tranquiliza vivir en un planeta que es capaz de eso; sin embargo, el corazón sale de mí y se planta en el centro de la estancia y se hincha en rojo y luego en naranja. Y entonces la lluvia cae más y más fuerte. Supongo que es eso, la periodicidad del péndulo.

Y sobre todo, el cómo...

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jueves, 15 de octubre de 2015

Jamás-diamante




Jamás es para siempre...

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lunes, 13 de julio de 2015

Conjuro de madrugada

Ahora debería haber alaridos
de madrugada,
desde los aires...

¿No oís a los gatos?

Todos arriba a los tejados,
todos a gritar desde los puentes
que el aire de la noche
lo es de una garra de invierno
que se contiene el frío,
sólo para entregarse
- o jamás habrá un verano
fuera de un rayo de sol...

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martes, 28 de abril de 2015

La nada en un tablero de madera

Si retrocedes, gano,
si avanzas, pierdes.

Pero si avanzo yo,
tu horizonte de tablero
se diluirá en ese otro,
el que me llama de frente,
y ese, el que desde atrás
insufla viento a las velas
de mi espalda
- un mismo horizonte redondo son,
y mientras juegas a las derrotas,
me dice "vete, márchate
como los seres libres:
con la línea del cielo y de la tierra
siempre bajo los pies"...

Pero tú seguirás jugando
en los recuadros finitos de madera;
porque si retrocedes, gano,
y si avanzas, pierdes...

... y si retrocedes, gano,
y si avanzas, pierdes...

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miércoles, 25 de marzo de 2015

Ecos en la vigilia


¿Dónde has estado, viajero de ojos cerrados?
El reflejo de un roble que no existe se ha hecho perenne en la retina,
el eco de un paisaje ha cambiado el
timbre de la voz despierta,
y el olor a romero, pino y espliego
testimonian la geografía de esos pasos
cuyo entorno no quiere tener nombre...

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lunes, 2 de febrero de 2015

La longitud del verbo


Como una cometa,
mi vuelo queda atado por las palabras...

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El catalizador






Había regresado a mi piso de mi retiro temporal tan pronto como le pagué lo que le debía a la casera. Todo se había precipitado en los últimos días: la llegada de la transferencia, el pago de todas las trampas, recuperar mi habitación, la compra del billete para volar de vuelta a España. Para mi sorpresa, Suzanne estaba contenta de verme, se la veía más animada que hacía unos meses, cuando aquellos encuentros nocturnos furtivos de ese tipo del que se supone que no-se-debe-hacer-con-compañera-de-piso ocuparon varias semanas con algún que otro trastorno sentimental de por medio. O trastorno a secas, directamente. Estaba más alegre, más viva, con esa mirada gris que al sol de verano que entraba de costado por la ventana se le llenaba de luz. Aquella delicadeza de elegancia innata se le seguía notando en la manera en que sujetaba con los brazos su pierna, flexionada y apoyada en el asiento de la silla en que estaba sentada, con la rodilla abrazada contra su pecho y la barbilla y su sonrisa sobre ella, mirándome. Y yo sabía perfectamente que no eran rasgos fingidos. Esa sensualidad delicada y a la vez ardiente, esa entrega desde sus ojos entrecerrados por el sol tan sincera, era real. La conocía, la había probado. Y estaba enganchado a eso.

Tenía que ir a casa de Katrina y Stefan, donde había alquilado una habitación meses antes. Necesitaba escanear unos documentos que debía llevar conmigo a España y Katrina me dijo que podía usar su scanner. Eso había sido un par de días antes en el flower power, donde me la había encontrado borracha perdida. “Nos portamos muy mal contigo” decía, “se suponía que éramos tus amigos”.

(...)

Bueno, todo había sido extraño desde el principio, cuando nos presentó un amigo común allí en su casa, con motivo de una invitación a cenar. La cena estuvo bien, la cocina de Katrina era estupenda, y luego me obligaron a jugar al magic con las cartas de marras. Al parecer les caí bien, como luego me contara este chico. “Son de muy pocos amigos, es raro que alguien les caiga bien y se abran con él”. Yo, sin embargo, nunca me doy cuenta de nada, ni siquiera de lo extraordinario. Katrina era bastante guapa, despierta, inteligente y aguda. Más tarde descubriría el otro lado de estas virtudes: si tenía una papa chunga, toda esa agudeza se convertía en una afilada y fina hoja de afeitar con la que hacer daño en los lugares más indicados con una total y refinada puntería. Su padre era pastor protestante, ella se sentía freudianamente abandonada por él y por ello tenía pulsiones simultáneas de adoración y rechazo paternal, y una necesidad de aprobación permanente de los hombres, y de dominarlos, a la vez. Por eso estudiaba sociología, ciencias políticas y teología. La gente se reía cuando lo contaba y ello la complacía. Stefan era un metal-kid que no tenía estudios pero sí una dilatada experiencia en fiestas, festivales y acciones degeneratrices en general. Muy guapo, apuesto y con un cierto deje de pasotismo que hacía las delicias de Katrina.

- La primera vez que lo vi- contaba Katrina en aquella primera cena- yo bajaba las escaleras de la entrada de una discoteca y él las subía hacia la calle, y al volverme para mirarle el culo me caí escaleras abajo, jajajajaja

Ambos eran de Lübeck pero estaban en Leipzig por los estudios de ella. Stefan no trabajaba ni estudiaba. Ambos vivían de las becas y ayudas sociales. Stefan se quejaba de la situación en la antigua RDA. “En Lübeck estaría trabajando sin problemas” decía.

Al día siguiente me llamaron de nuevo para volver a quedar. Me invitaron de nuevo a cenar a su apartamento. Esta vez fue la misma Katrina la que resaltó por teléfono que, desde que llegaron a Leipzig, no eran gente de muchos amigos y que lo mío era una rara excepción. El caso es que fui, cenamos de nuevo, bebimos grandes cantidades de cerveza, pusimos música, etc. Era una noche invernal de nieve y me invitaron a dormir en su casa. Me instalaron en el salón, trajeron más colchones y todos pasamos la noche allí incluido su perro Jackie, quien por supuesto se pasó la noche pegado a mi cabeza. Todo habría sido normal de no ser porque al final no salí de allí en cinco días.

La cosa fue sucediendo así: cada vez que quedábamos o nos veíamos era para varios días, no me dejaban irme antes. Me llevaba bien con ellos, aunque a ratos me extrañaba que una pareja como esta pusieran tanto empeño en tener a un tercero allí metido. Tal vez jugaban a cuidarme como si fuera su criatura, o hubiera problemas para los que mi presencia actuaba como un catalizador de malas reacciones sentimentales latentes entre ellos. Tras navidad tuve que mudarme de mi piso y ellos me ofrecieron la habitación libre a muy buen precio, así que acabé viviendo allí.

La convivencia resultó extraña, todas las noches dormíamos el clan humano más el perro en el salón en plan comuna, y yo, que veía pasar los días, semanas y meses, me preguntaba cuándo cojones echarían un polvo estos dos. Ese ritmo casi inexistente resultaría intolerable para mí si viviera con mi pareja. Esa falta de intimidad. No comprendía el miedo que tenían a quedarse solos cara a cara; o lo comprendía tan bien que prefería hacer como que no lo sabía. Se había formado una extraña familia que de algún modo servía para tapar algo que subyacía.

El caso es que cada vez me sentía más controlado por estos dos y procuraba desaparecer cada vez que se terciaba, lo que era bastante fácil, brindándoles de paso la oportunidad de estar solos. La convivencia estaba relajando demasiadas cosas: Katrina se paseaba desnuda camino del baño sin ningún problema y a mí, la verdad, era algo que no me importaba, no me provocaba turbación alguna, pero notaba que a Stefan sí. En nuestras charlas de horas con cervezas había visto que sus valores en cuanto a las mujeres eran en el fondo bastante tradicionales. Y en cierta ocasión en que Katrina se la pilló gorda en un pub, tuve que llevarla a casa, tras enfadarse con Stefan (la acusaba de tontear con unos tíos en la barra), aguantarle la llorona y un abrazo largo que yo, desde luego, tomé como un mero gesto de amistad. Luego llegó Stefan, borracho también, y me preguntó directamente si yo me tiraría a Katrina. “Para mí es como una hermana”, le dije. Pero todo estaba muy viciado y me di cuenta de que me había metido en un extraño juego del que sólo me había percatado cuando ya era tarde. “Katrina se estresa mucho contigo”, continuaba Stefan, “cuando te ve sentado mirando a la pared durante horas no sabe qué te pasa, si estás bien o te sucede algo malo”. La vieja historia de siempre.

La transferencia de febrero se atrasaba, y se atrasaba por tanto el pago de mi alquiler. Desde aquel suceso había procurado ausentarme más, buscar aire fresco, salir de allí. Eso exasperaba a Katrina. “Me siento como una imbécil”, decía, “viéndote siempre de fiesta y sin dinero mientras nosotros pagamos lo nuestro y casi nunca salimos”. Otras veces, si llevaba a alguna chica, la examinaba con rigor de madre y ninguna le parecía bien. “Dos semanas” sentenciaba Katrina al salir ella por la puerta, “os doy como mucho dos semanas”. Llegó un momento en que la situación se hizo insoportable, la transferencia seguía sin llegar, y mis colegas me sacaron de allí tras recibir en casa de un amigo, que celebraba una fiesta, el siguiente mensaje telefónico de Katrina: “no vengas a dormir”. La transferencia llegó finalmente una semana más tarde, fui a su casa, pagué lo que les debía, y nos despedimos de manera fría. Katrina estaba muy cabreada. Stefan estaba más bien confuso. Jakie, el perro, se alegró de verme.

(...)

Así que me la había encontrado en el flower power dos días antes. Habían sucedido cosas desde entonces: ella se quedó embarazada para recibir la ayuda estatal para maternidad. Tras la noticia, Stefan regresó Lübeck para trabajar y ganar pasta con el mismo fin. Katrina había sufrido un aborto natural mientras tanto, Stefan le dijo que era culpa suya por estar todo el día de juerga y la abandonó. Así que estaba sola, sin niño, completamente tirada. Y esta vez sí que estaba borracha perdida y buscando la aprobación masculina, como siempre que le daba la papa chunga, y se dedicaba a cabrear y provocar a todos los tíos que estaban en la barra. Demasiados palos juntos para una sola persona, pensé, a pesar de toda esa extraña relación en que me había metido casi sin darme cuenta.

Tenía delante a Suzanne. Qué distinta había sido nuestra convivencia, haciendo lo que no se debe hacer, sí, pero desde luego lo mío con ella era sano sin duda. Sexualmente maravilloso. Sin oscuridades. Así que le dije que tenía que ir a escanear esos papeles en casa de Katrina, que tardaría un poco, y ella me prestó su bici para que regresara antes.

Llegué, me recibió fríamente, escaneó los papeles rápido y me dio el diskette (era 1999). Tenía prisa, ya que tenía que ir a trabajar. La acompañé hasta la parada de tranvía y, una vez allí, me miró con ojos llorosos. Esperaba un beso, un beso de verdad. Eso se lee muy bien en los ojos, eso que nunca había querido ver en los de ella. Lo que no quería que hubiera sucedido jamás por mi amistad con ellos.

Le besé la frente en cambio, y le deseé buena suerte tras un abrazo, y me fui de allí pedaleando con la sensación de que, a pesar de todo lo que había pasado, en cierto modo era yo, al final, quien más daño había hecho de los tres por una suerte de viscosidad en mi comportamiento. Porque esa noche la pasaría con Suzanne, quien me pediría entre gemidos que me quedara en Leipzig con ella, mientras yo me escabullía como una anguila de toda suerte de vínculos y ataduras, en medio de una deriva de muerte de la que sólo yo era inconscientemente responsable, empeñado en creer que se puede pasar por la vida sin afectar gravemente la vida de los demás, como si un veneno sonriente y bienintencionado pudiera dejar de ser tóxico al capricho errático de su voluntad ciega y enferma...


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