miércoles, 24 de mayo de 2017

Templos



Los pasé de largo
como si no fueran nada,
pero justo al final giré la mirada
un mínimo instante
-el preciso.

Porque no soy ningún ejemplo
ni ningún santo,
nunca ellos sabrán que vi la noche,
que sentí esa brisa templada veraniega
junto al calor amargo
de dos bocas que se besan;

que veía ese escalón sucio
sobre el que dos borrachos
compartían vino de cartón
y corazones
- cómo se hacen sagrados
los podridos escenarios de los hombres...

También supe que ese lugar y ese momento
quedaría grabado para siempre
y recordado a la llegada
del invierno y los lamentos,
y los bordillos donde se enamoran
los borrachos,
ajenos a todo el mundo,
los escalones sucios,
las historias pegajosas
de los pies a la mañana...

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jueves, 11 de mayo de 2017

Contrarreloj



Es un juego en que si pierdes,
te mojas.

Se han sucedido las trombas
y una tregua nocturna se abre
- sal, pero despacio,
pedalea esquivando charcos,
el aire de las pausas está caliente y frío,
el viento del silencio está tenso y eléctrico,
y estás surcando un espasmo,
atragantado mientras se busca el aliento
la tormenta en su garganta...

La rabia en que rebullen las hojas
furiosas mientras pasas,
lento jugador;
los tornados de papel que
en los rincones hacen espirales solitarias
mientras te alejas de paseo,
deambulante nocturno,
con una corona seca,
y jugando tu apuesta al tiempo...

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domingo, 7 de mayo de 2017

La delación muda



La soberbia es la enfermedad del aspirante. Se sabe más de alguien por lo que calla o niega que por lo que afirma, y la belleza a la que aspira, como si fuera una corona, tiene sin embargo la mala costumbre de presentarse siempre vestida de humildad; de lo contrario, es falsa. El verdadero poder es modesto precisamente porque puede serlo.

No es natural que el cielo chapotee en el barro donde crecen los narcisos para reclamar una naturaleza gaseosa que, de ser cenit auténtico, ya tiene; o que venda sus privilegios aéreos por monedas terrestres cuando ya era de antemano un ser completo- ahí se delatan los farsantes que aspiran a un espejismo de poder que no existe, y creen libertad: prisioneros sin embargo de una vanidad que es impropia a lo que imitan. La arena no es digna de las nubes, por eso regresa siempre a tierra a pesar de las tormentas y huracanes.

Tienes que ser piadoso ante el espectáculo grotesco de los mutilados, que intentan vender una quimera plagada de extremidades que no tienen. No puedes hacerte oportunista del ensañamiento con ellos. No lo necesitas. Lo que no pronuncias, te afirma y te subraya.

Porque tú estás completo, tú estás en tu sitio, tú sabes quién eres. Y esas mendicantes almas limitadas, heridas, sangrantes y prisioneras del suelo, que exclaman alas y reinos y visiones de poderes suntuosos... ¿sería celeste aquel que pusiera sal en las yagas de los delirios de los enfermos? Debes ser benévolo porque tú sí puedes serlo; que griten, escupan, mientan, insulten- tú, sin embargo, sigues siendo libre.

La belleza es necesariamente humilde, y se sabe más de alguien por sus silencios que por sus palabras...

Por ejemplo, tu canto mudo, que a gritos declara que todo tu delirio de lira ha sido entonado sólo para mí, y para ningún otro; y que así lo será siempre, enferma y condenada y sin remedio...

... así en el canto,
como en el silencio...

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sábado, 6 de mayo de 2017

La sintaxis del náufrago








La calma, la calma acabó instalándose. De algún modo, en algún momento se hizo dueña de todo.

La llama se serenó mientras observaba los meandros de arena dejarse dibujar por el soplo constante de la brisa del mar hecha mil cauces.

¿Puedes ver el tono pardo que refleja la mirada indiscreta del sol a través de una mirilla abierta entre las nubes, e impresa entre tus pies desnudos? Las chispas de vidrio, quebradas como granos pasados por el mismo molino que empuja los relojes, señalan que la tormenta amaina.

Si cierras los ojos, las oirás más cerca: ellas, mejor que nadie, contienen las palabras; el viento, que acaricia el cuello y susurra secretos en el cabello, impulsa los verbos; el cielo y sus contrastes cambiantes representan el sujeto que se crece y hace fuerte. Y en medio de todo estoy yo, la letra escrita, el testimonio y la concreción de los vocablos hambrientos de contenido.

Pronunciar, poner nombres propios, bautizar con la alquimia de los labios las celdas vacías donde la luz se pone.

Sentado en la playa, una corriente que emana de la tierra y se pierde entre las estrellas me mantiene erguida la espalda. Es entonces cuando puedes respirar desde lo más hondo hacia lo inalcanzable. ¿Has naufragado? Resulta cómico protagonizar cualquier cosa. Nada vale aquí, más allá de las simples coincidencias y accidentes microscópicos sin ningún significado.

Pero lo importante no es eso. Lo importante es la arena, escúchala, ella habla tu idioma. Debes dar cada puntada muy despacio, no te pierdas los reflejos de la aguja, debes escuchar cómo el hilo atraviesa el tejido roto de las velas que reparas en esta costa desierta. Su fricción con la lona, la tensión de la hebra, todo te habla en un idioma olvidado a través de las yemas de los dedos. Ahí, y no en otra parte, está el verdadero mensaje. Cierra los ojos si es necesario, instálate en un presente libre de urgencias, sin prisas. La impaciencia es la enfermedad de quien corre sin ir a ninguna parte.

Recuerda que la vela arrasada por el temporal se zurce sin pensar en el mar: "respira", te dice el viento, "sueños" te dice la arena, y el cielo no hace más que gritar "tú", hasta disolverte entre las nubes sin despegarte ni un centímetro del suelo...


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viernes, 5 de mayo de 2017

Simetría sesgada



Cuando te puedes largar a voluntad resulta difícil no apretar el botón. Puede convertirse en una adicción terrible: en el otro lado hay olas invisibles que te traspasan, la espuma se acumula en el vientre y al final todo te sale en forma de luz por los ojos. Y esa luz es modelable, arcilla de los sentidos, no sabes la de mundos que surgen de esta alquimia poderosa que puedes proyectar con esos ojos ausentes que parecen no ver, por atravesarlo todo. Hay una pantalla al final de todas las distancias que todo lo envuelve y que recibe y devuelve la misma luz de los espejos. Ahí vivo yo, con sólo pulsar una tecla.

Sin embargo, al final de todas las distancias el reflejo se confunde y copia mi voluntad, y lo hace al capricho cambiante e imprevisible con que se muestran las intuiciones, y entonces he de devolver las labores lumínicas que exige mi eco de luz, hecho proyector, en el instante preciso de su demanda. Me hago pantalla de sus sueños simétricos. Pero esto es cierto sólo en parte. Yo le hablo de él, y él me habla de mí: hay una unión indisoluble de complementariedad, como las dos piezas de una bisagra que hace que se abran todas las puertas. Todo lo que sé, lo es de él; todo lo que él ve, es mío.

Así es difícil atender a lo cercano. Se hace preciso que lo inmediato sea capaz de superar eso para despertar un mínimo interés, de esa especie que puede desviar tu mirada un centímetro en el que se condensan millones de años luz. Cuando no sucede, aprieto el botón y no estoy. Cuando todo es insípido, el otro lado me invade para mostrarme lo que realmente hay, a modo de salvación analgésica, y vuelvo a no estar. Me cuesta atender a esta inmediatez como si fuera un ejercicio de apnea. Mi inmersión en lo aparente y sin contenido es siempre limitada en el tiempo. El oxígeno que yo respiro no está ahí. Cuando te puedes largar a voluntad, ¿cómo no apretar el botón? Aire, es necesario el aire.

Te escapas como los pájaros al paso de esos animales tristes y terrestres, y apenas oyes sus rugidos cuya traducción ni te acuerdas de considerar:

Es el sonido de las plumas en el aire lo que te seda y envía al lejano origen de todas las luces y sus sombras. O cualquier otra cosa, que se hace oro con sólo cruzar este filtro que nadie conoce y por el que, sin saberlo, preguntan como si llamaran a alguien...

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miércoles, 3 de mayo de 2017

Magnetismo inerte





Pasear despacio,
mientras el tiempo pasa
distinto a través de ti.

Todo es espera,
y he descubierto una nueva inercia
suspendida a un palmo del suelo.

¿Sientes cómo se lleva la marea
tu sangre hecha vapor
al respirar mientras
el sol se pone?

Es ese tintineo de pies ligeros
el que susurra algo que está
más allá del frío,
más allá de la resaca
de la gran corriente,
y más allá de la atracción
de la estrella capital.

Como un sueño imantado,
me quieren para sí
esos astros de polaridad contraria
a quiénes llamo a la cara
insignificancias colosales

-la estrella sólo
puede mirarse con mis ojos,
a pesar de caer sobre sí misma
con el peso de sus mil mundos ciegos...

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